LA APLASTANTE VICTORIA DE OBAMA TRANSFORMA LA HISTORIA DE ESTADOS UNIDOS.
Los votos de 62 millones de estadounidenses derribaron ayer una histórica barrera racial al convertir al senador demócrata Barack Obama en el primer presidente afroamericano de su país y abrir la puerta a una nueva era política en la primera potencia del mundo.
Cuarenta y cinco años después de que Martin Luther King soñara despierto en su famoso discurso en Washington, el electorado colocó en la Casa Blanca a alguien que solamente dos generaciones atrás hubiera sido relegado a la parte trasera de un autobús por el color de su piel.
Más allá de las preferencias políticas, se hace muy difícil no compartir la emoción y las lágrimas que dejó esta elección en barrios como Harlem o lugares como la iglesia bautista Ebenezer de Atlanta en la que Martin Luther King inicio su lucha por los derechos civiles hace más de medio siglo.
Un protagonista insólito
El paso histórico que supuso esta jornada se encarnó en lo que puede ser el prototipo del crisol que es Estados Unidos al inicio del siglo XXI.
Hijo de una blanca de Kansas y un estudiante de Kenia, pasó su niñez con un padrastro indonesio en las calles de Yakarta, para luego hacerse adolescente con sus abuelos en Hawai.
Estudió en Harvard, pero su identidad política y social la adquirió en las duras calles de Chicago en las que se desempeño como un trabajador social y desde las que este “delgaducho con un nombre raro” inició su carrera política.
Ni de aquí, ni de allí, pero de todas partes, Obama logró el milagro político de transformarse en el extraordinario corto margen de cuatro años de un elocuente desconocido a una estrella política internacional con residencia en el 1600 de Pennsylvania Avenue.
“El sueño de esta nación sigue vivo”, proclamó el nuevo presidente ante los más de 150.000 seguidores que siguieron su discurso de la victoria en Chicago, a quienes aseguró que “el cambio ha llegado a América”.
Al mismo tiempo, en la parte más sombría de su intervención, advirtió que al país le esperan tiempos difíciles, con dos guerras abiertas y la peor crisis financiera desde la Gran Depresión.
Ahora habrá que ver si el político disciplinado, ecuánime y calculador que se esconde detrás de la elocuencia del senador puede afrontar esos retos monumentales en un mundo todavía lleno de peligros.
Una victoria aplastante
El “cambio” aterrizó de la mano de una aplastante victoria electoral reflejada en los 338 votos electorales logrados por el candidato demócrata frente a los 163 de su rival republicano, John McCain (a falta de decidirse Indiana, Missouri y Carolina del Norte).
Además, el partido demócrata consolidó su control del Senado y de la Cámara de Representantes.
El senador por Illinois se hizo con el 52 por ciento del electorado nacional, mientras que McCain se quedó con el 47 por ciento.
Los demócratas también recuperaron el terreno perdido en 2004 en el electorado latino, al hacerse con el 67 por ciento del mismo y dejar a los republicanos con solamente el 30 por ciento.
Pero mucho más importante, Obama se aseguró los estados decisivos que podrían haberle dado la victoria a su rival.
Una vez ganó Pennsylvania y Ohio, era una cuestión de tiempo que se hiciera con la llave de la Casa Blanca.
